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domingo, 15 de noviembre de 2020

Armando

Después de unos cuantos años sin escribir nada, hoy voy a hacer una excepción. El motivo es que me he encontrado con un personaje pintoresco, que creo que merece un espacio en este blog tan abandonado.

He salido con la bici venciendo la tentación que suponía quedarse calentito en la cama un rato más, y he tomado el carril bici hacia Colmenar Viejo. Al llegar a un punto que hay a unos 300 metros después de pasar Volkswagen, en el que hay un túnel que pasa al otro lado de la carretera, me he parado a comerme una barrita de cereales para evitar que más tarde me diera una pájara. Estaba yo con mi barrita, y aparece un señor mayor, que me dice:

- Hola, ¿qué ruta vas a hacer? 

- Voy a pasar al otro lado y volver por los caminos hasta Tres Cantos.

- ¿Por Burrolandia?

- Si. Por Burrolandia.

- ¿Y no te apetecería alargar un poco la ruta yendo por otros caminos hacia Tres Cantos?

- Si, no estaría mal, pero estoy en baja forma. Muy rápido no voy...

- No importa. Tú no vas conmigo: Yo voy contigo. Tu marcas el ritmo.

- Vale. Vamos.

Así que nos hemos ido por los caminos del CYII. Armando, que así se llama este hombre, es un gran conversador. Ha hecho deporte toda su vida. Tiene 66 años (10 más que yo) y se conserva en una forma excelente.

Me ha comentado que suele abordar a la gente en el carril de Colmenar y les sugiere ir con él para conocer nuevos caminos. Algunos le dicen que no, y otros que si. Es una especie de “apóstol del ciclismo de montaña”.

Por el camino nos hemos encontrado con una pareja que iba por esos caminos por primera vez. Armando les ha sugerido que se unieran y que luego él les acompañaría por un camino hasta dónde habían dejado el coche. Hemos ido con ellos hasta un cruce de caminos en el que yo ya me he separado para ir hacia Tres Cantos, mientras que los los otros tres han tomado otra dirección.

Me ha sorprendido Armando. Que una persona se ofrezca a hacer de cicerone a un desconocido por el mero hecho de enseñarle caminos desconocidos e ir conversando con él, me parece un gesto encomiable. Justo lo contrario que los que van con la bici sin saludar a nadie, ni contestar al saludo, probablemente creyéndose superiores a los pobres globeros que hacemos lo que podemos los fines de semana.

Probablemente nunca más me encuentre con Armando, pero su comportamiento me hace mejorar un poco mi opinión de la gente. A pesar de que hay mucha gente despreciable en el mundo, también hay buena gente, y gente de sobresaliente, como Armando, que se ofrecen a abrirte nuevos horizontes para que conozcas lo que, si no te hubieras encontrado con él, nunca conocerías.